¿Planeas hacer un desplazamiento largo durante las vacaciones de agosto? En ese caso, entre las experiencias para recordar deberás sumar la del temido jet lag. Un problema temporal de sueño y fatiga que se produce por el cambio de zona horaria. Y que puede alterar el inicio y el final de tu ansiado viaje.Pero, ¿qué es y cómo podemos combatirlo? Nuestro cuerpo tiene su propio reloj interno, que controla los ritmos circadianos. Éste controla la actividad vigilia-sueño en ciclos de unas 24 horas, y nos indica cuándo permanecer despiertos y cuándo dormir.

Al viajar, atravesamos rápidamente varias franjas horarias o meridianos, agregando o restando horas según la dirección a la que vayamos. Y nuestro reloj interno, sincronizado aún con nuestro huso habitual, sufre las consecuencias.

Síntomas del jet lag

El síntoma más habitual del jet lag es sentir sueño por el día o no poder dormir durante la noche. Además de este desajuste, podemos sufrir fatiga diurna, dolor de cabeza, mareos y dificultad para concentrarnos y permanecer alerta. También, problemas gastrointestinales como diarrea, vómitos o falta de apetito. Y cambios de humor y sensación de malestar.

Los efectos temporales del jet lag aumentan a medida que lo hace la diferencia horaria. Es decir, cuantos más husos horarios atravesemos, mayores serán los síntomas. Y tardaremos en recuperarnos un día por cada huso cruzado. No obstante, hace falta una diferencia de entre dos y cuatro horas para experimentarlo.

Otro elemento que influye es la dirección hacia la que viajamos. Si nos desplazamos hacia el oeste, el efecto del jet lag es menor que si vamos hacia el este. El motivo es que nuestro organismo nota menos la diferencia entre día y noche.

Evidentemente, si nos vamos de vacaciones al norte o al sur, sin cambiar de meridiano, no hay de qué preocuparse. Por otro lado, aunque el jet lag puede afectar a cualquier persona, es más habitual en mujeres y mayores.

Cómo prevenir el jet lag

Para minimizar las consecuencias del jet lag, podemos adoptar una serie de precauciones básicas. La primera, si vamos a emprender un largo viaje en avión, es optar por vuelos nocturnos. Así, al dormir durante el vuelo, compensamos parte de la diferencia horaria.

Antes de iniciar el viaje, tenemos que descansar lo suficiente, porque el jet lag empeora con la falta de sueño. También debemos ajustar nuestro horario progresivamente. Podemos irnos a la cama una hora antes o una después durante unos días.

Durante el vuelo tenemos que beber mucha agua para estar bien hidratados y evitar dolores de cabeza. Por el contrario, no debemos tomar café, refrescos de cola, alcohol,… porque afectan a nuestro descanso.

Finalmente, cuando lleguemos al destino, tenemos que permanecer en nuestro nuevo horario y sincronizar nuestras comidas con la hora local.

Las gafas de sol también serán nuestras aliadas, ya que la exposición a la luz afecta el ritmo circadiano.
Si atravesamos más de ocho husos horarios hacia el este, impedirán que nuestro organismo interprete la luz de la mañana como el anochecer. Y si vamos al oeste, evitarán que confundamos el crepúsculo con el amanecer.