Cuando llegan altas temperaturas las informaciones sobre salud giran en torno a las enfermedades y brotes asociados a las mismas. Una de las más comunes es la salmonelosis: una intoxicación alimentaria provocada por la bacteria salmonella.

¿Qué es la salmonelosis?

La salmonella vive en los intestinos animales y humanos, y se expulsa y contagia a través de las heces. Generalmente, las infecciones se producen por tomar agua o alimentos contaminados por las mismas.

Estamos ante una zoonosis: una enfermedad que se produce en los animales y que puede transmitirse a las personas.

 

Síntomas de la salmonelosis

Aunque algunas personas no muestran síntomas de salmonelosis, la mayoría sufre diarrea, dolor abdominal, vómitos y fiebre entre 8 – 72 horas después de ingerir un alimento contaminado.

 

La fiebre

Hay que tener mucho cuidado a la hora de detectar la fiebre ya que nuestra temperatura corporal, pese a que nos han dicho que siempre es 37ºC, varía en función de nuestra edad e incluso depende de la hora del día (suele ser más alta por la tarde que por la mañana).

Lo mejor es prestar atención a los síntomas de fiebre y contar siempre en nuestro botiquín con un termómetro clínico fiable y adaptado al uso que vamos a darle para medir la temperatura (sí, existe más de un tipo de termómetro, revisa la Gama de productos Thermoval Fiebre).

Aunque no es muy normal, en el caso de bebés y niños pequeños puede presentarse fiebre sin síntomas, por lo que, una vez más, recuerda tener un termómetro a mano.

 

Tratamiento de la salmonelosis

Muchos se recuperan sin tratamiento, pero supone un riesgo para los niños, embarazadas, mayores y personas con el sistema inmunológico débil.

Como sucede con otras enfermedades bacterianas, la salmonella se está haciendo resistente al tratamiento con antibióticos. De hecho, la salmonella en España es más resistente que la media europea. Y cada vez cuesta más erradicarla.

La causa se encuentra en la sobremedicación, el mal uso de los antibióticos y su empleo indiscriminado en el ganado.

 

Huevos y salmonelosis

La salmonella está implicada en el 70% de las intoxicaciones alimentarias. Y la primera imagen que asociamos con este problema es la de un huevo -aunque no es el único culpable-.

En este caso, el riesgo de salmonelosis está vinculado al consumo de huevos crudos o con un tratamiento térmico breve. Esto es lo que sucede con la mayonesa o la salsa holandesa.

Aunque en el sector de la restauración el huevo crudo para prepararlas está prohibido desde 1991, conviene extremar las precauciones. Y tomar salsas envasadas cuando pidamos una ensaladilla, por ejemplo.

En casa es necesario que llevemos a cabo una correcta manipulación y conservación de este alimento. Así, tenemos que comprar huevos correctamente envasados y etiquetados, con su fecha de caducidad. Y siempre en establecimientos autorizados.

Además, al llegar a casa tenemos que conservarlos en el frigorífico y mantenerlos el menor tiempo posible a temperatura ambiente. Por supuesto, también tenemos que tirar los huevos que tengan la cáscara deteriorada o con fisuras.

Si decidimos hacer una mayonesa u otra salsa en casa, debemos prepararla para un solo uso, conservarla en la nevera y tirar el sobrante.

También debemos cascar el huevo en otro recipiente distinto al empleado para cocinar, para que no caigan trozos de cáscara. Hay que lavar inmediatamente los utensilios y recipientes.

 

Otros alimentos infectados

La salmonella también puede estar en carnes y aves crudas, que pueden contaminarse durante la matanza o un mal manejo. Como sucede con el huevo, la bacteria puede sobrevivir si no se consumen a una temperatura adecuada.

Otro factor de riesgo de salmonelosis son los mariscos, que pueden proceder de aguas contaminadas. También hay productos frescos –frutas y verduras– que pueden regarse o lavarse con agua afectada.

En casa podemos sufrir un proceso conocido como contaminación cruzada cuando, por ejemplo, los jugos de un ave infectada entran en contacto con otro alimento.

También podemos contaminar alimentos si no nos lavamos bien las manos después de ir al baño o cambiar el pañal al bebé. O tocamos un animal infectado y nos llevamos las manos a la boca.

 

Consejos preventivos

Como norma general, para que la salmonelosis no nos amargue el verano –ni otra época del año- debemos:

  • Lavarnos las manos antes y después de manipular alimentos, ir al baño, cambiar pañales y tocar animales.
  • Fregar los recipientes, cubiertos, tablas, encimeras… después de preparar cada alimento.
  • Utilizar toallas de papel de un solo uso.
  • Separar carnes, aves, pescados, frutas y verduras en las bolsas de la compra, nevera, congelador y las tablas de cocina.
  • Cocinar los alimentos hasta una temperatura adecuada, y no poner los cocidos en el mismo plato utilizado para los crudos.
  • No descongelar alimentos a temperatura ambiente. Debemos utilizar el refrigerador o el microondas.