El TEAF (Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal), SAF (Síndrome de Alcoholismo Fetal) o FASD (en inglés, Fetal Alcohol Spectrum Disorder) hace referencia a los efectos físicos y mentales que conlleva para los niños que la madre consuma alcohol en el embarazo.

En Europa, un 1 por ciento de niños sufre las consecuencias de la exposición al alcohol durante la gestación. Este porcentaje ha ido a más en la última década en países occidentales como Italia y España. Y aumenta en países del Este, con Rusia a la cabeza, donde los índices de alcoholismo son muy altos.

No hay una cantidad mínima de alcohol permitida en el embarazo. No obstante, una ingesta mayor acarrea peores consecuencias.

El alcohol atraviesa la placenta en cualquier momento de la gestación (aunque es más nocivo en el primer trimestre). Y es soluble en el agua y la grasa corporal del bebé, causando daños en su desarrollo.

Las discapacidades provocadas por las alteraciones del feto pueden ir de leves a muy graves. Éstas incluyen malformaciones y déficits neurológicos, cognitivos y conductuales que afectarán a los pequeños a lo largo de su vida.

Síntomas

Los niños pueden manifestar anomalías en el rostro, como ojos pequeños y separados y labios finos; poco peso al nacer, percentiles bajos y microcefalia. No obstante, esto no significa siempre que existan daños neurológicos.

Los trastornos más comunes son de aprendizaje, de déficit de atención y, sobre todo, de comportamiento. Sufren problemas de comunicación, socialización y control de las emociones. Generalmente son niños impulsivos, obstinados, con poca capacidad de reflexión y de difícil manejo.

El diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado mejoran el bienestar y autonomía de los pequeños. La estabilidad familiar también es esencial.

Las intervenciones aúnan medicación para tratar los síntomas y terapia de conducta. Y deben adaptarse a cada persona en función de los síntomas que presenta.

Diagnóstico erróneo

Los Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal son difíciles de detectar.

Los síntomas pueden confundirse con los de otros trastornos si se consideran de manera aislada, como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) o el TEA (Trastornos del Espectro Autista). Y derivar en terapias ineficaces que retrasan un tratamiento apropiado.

Por otro lado, también puede ocurrir que las conductas de un niño con Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal sean malinterpretadas en su entorno familiar y/o escolar.

Los padres y educadores piensan que son “rebeldes”, “movidos”, o que pretenden “llamar la atención” con su comportamiento, cuando en realidad tienen dificultades para comprender y seguir instrucciones y normas.

Adopciones

En España, las alarmas médicas y la toma de conciencia sobre esta dolencia saltaron en Cataluña. Esta comunidad acogió entre 1998 y 2015 a un gran número de niños de Europa del Este, la mayoría rusos. Muchos procedían de centros que no aportaban información fiable sobre los padres biológicos, el embarazo y parto.

Algunos hospitales crearon consultas especializadas en adopciones internacionales y empezaron a detectar más desórdenes y problemas en estos niños.

En la actualidad, el ICAA (Instituto Catalán de Acogida y Adopción) y los hospitales Vall d’Hebrón, Sant Joan de Déu y del Mar están realizando un estudio para saber cuántos niños adoptados hay en Cataluña con Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal.

También están preparando una guía diagnóstica para padres y un plan de necesidades educativas, sanitarias y sociales. La Generalitat estudia, por su parte, vetar las adopciones de los países de Este: una decisión polémica.

Respecto a las familias adoptivas, ante el calvario que sufren para hallar un diagnóstico -muchas han pasado años peregrinando de una consulta a otra- y la necesidad de garantizar el bienestar de sus hijos y de dar a conocer la enfermedad, han creado asociaciones como Afasaf.