En la cola del colegio solo se habla de catarros y mocos. Mocos claros y transparentes, que gotean constantemente. O verdes y espesos como los de los trolls que molestaban a David el Gnomo. Por eso vamos a ver unas nociones sobre cómo tratar los mocos en niños y bebés.

Empecemos por el principio: ¿qué es un catarro? ¿Y un moco? Un catarro o resfriado es una infección respiratoria de vías altas. Muy común en la infancia, nuestros hijos no lo cogen por caminar descalzos por la casa. Ni por salir al recreo sin abrigo.

Los niños enferman al exponerse a alguno de los 200 virus del resfriado existentes, mediante contacto directo con la saliva. Se contagian al hablar, estornudar, compartir vaso o no lavarse las manos con frecuencia, en un aula con niños afectados. Por eso los resfriados se multiplican cuando el pequeño empieza la guardería o el colegio.

Existe, además, una relación entre el frío y los mocos en niños y bebés. En invierno hay más catarros y mocos porque hay más virus respiratorios. Por lo tanto, hay más posibilidades de contagiarse.

Primera línea de defensa

¿Y los mocos? Por asquerosos que parezcan –especialmente cuando el niño se limpia en nuestro abrigo-, son la primera línea defensiva del cuerpo. Cuando los gérmenes entran y comienzan a provocar irritación, la mucosa de la nariz produce moco para envolverlos y expulsarlos.

En esta primera fase, que dura de 2 a 4 días, la mucosa produce mocos transparentes y abundantes. Estos caen continuamente, tanto fuera como por la garganta (el niño se los traga). No obstante, la viscosidad y color de los mocos en niños y bebés varía a medida que la infección progresa.

Mocos verdes

Así, en una segunda etapa, la garganta activa sus sistemas para defendernos del catarro. Las vegetaciones, anginas y ganglios crecen para aumentar su capacidad de respuesta ante la infección. Las primeras producen un moco espeso; sin embargo, en esta etapa apenas hay moco de nariz.

Si el pequeño está incorporado, este moco cae por la garganta. Y si está tumbado, como sucede en la cama, se acumula ocupándola por completo. Este hecho provoca que se despierte con tos. El moco también puede irse al oído, causando dolor o infecciones.

Además, el paladar choca con las vegetaciones cuando cae hacia atrás, limitando el paso del aire. Por eso el niño respira por la boca y ronca cuando se tumba. Respecto a la congestión nasal, se produce porque las vegetaciones aumentan de tamaño.

Cuando el niño tose o estornuda –sobre todo, por la mañana- es cuando vemos estos “mocardos”. Espesos y de color verde, deben su color las células defensivas que contienen. En concreto, a la enzima peroxidasa, que utilizan para neutralizar los gérmenes.

Tratamientos que no funcionan

Dicho esto es más sencillo entender por qué algunos de los tratamientos que no empeñamos en utilizar –o que nos receten- no sirven.

En general, no hay nada para quitar los mocos en niños y bebés. La causa es una infección vírica, así que no sirven los antibióticos. No hacen efecto en este caso, y su mal uso y exceso es una de las mayores amenazas para la salud mundial.

Los mucolíticos, que hacen el moco más líquido, no son necesarios en la primera fase. El moco ya es líquido. Por lo tanto, no van a aliviar al enfermo. Tampoco son necesarios los lavados nasales, porque el moco gotea continuamente y no hay atasco.

En la segunda fase, cuando el moco sale de las vegetaciones, no está en la nariz. Por eso, si se hacen lavados nasales, no sale nada.

Los bebés comen peor y descansan mal cuando tienen mocos espesos y secos en la nariz. En este caso sí podemos recurrir a los lavados nasales y a la aspiración de secreciones. Pero solo de los mocos que veamos asomando. Si insistimos mucho, podemos empeorar la congestión.

Como siempre recomendamos, hay que visitar al pediatra… Aunque no debemos sorprendernos ni enfadarnos si no receta nada al niño.

Lo que no debemos hacer es medicar al niño por nuestra cuenta. Un mucolítico puede aumentar el flujo de moco y empeorar la situación, en vez de mejorar. Y los antitusivos son efectivos con la tos… seca (no limpia las vías respiratorias), y sólo deberían dispensarse con receta.