Que el ruido es perjudicial para la salud lo intuye quien vive cerca de una autovía. Y lo refutan organismos como la Organización Mundial de la Salud o el CSIC. No obstante, como su percepción es subjetiva, los efectos del ruido en la salud varían de una persona a otra.

La OMS ha catalogado el ruido como la primera molestia ambiental en los países industrializados. En España hay 9 millones de personas que aguantan niveles de 65 decibelios: nivel de tolerancia aceptado por dicho organismo.

A nivel mundial, esta cifra asciende a 130 millones de personas. Y 300 millones más se encuentran en la zona de incomodidad acústica de entre 55 y 65 dB. Como comparativa, el nivel de una conversación normal es de 50 dB y el del ambiente de una oficina, 70. En el interior de una discoteca tenemos 110 dB y el umbral de dolor se estima en 140 dB.

Respecto a las fuentes de ruido, destacan el tráfico, las construcciones e industrias y los bares. No obstante, además del nivel hay que tener en cuenta la duración de la exposición al mismo.

Problemas auditivos

¿Y qué trastornos provocan? Entre los efectos del ruido en la salud tenemos, en primer lugar, los problemas auditivos.

Cuando permanecemos un tiempo en un lugar ruidoso, a veces experimentamos una pérdida temporal de audición. Nos zumban los oídos y no podemos oír bien. Esta sensación desaparece cuando nos alejamos del ruido. Pero cuanto más rato estemos expuestos, más tardaremos en recuperarnos.

La pérdida puede ser permanente e irrecuperable por la exposición prolongada a un ruido moderado-alto (más de 80 dB). O también tras una exposición breve a un ruido muy elevado (1 minuto a 110 dB).

Estos efectos del ruido en la salud acarrean también problemas sociales. Así, la elevación del umbral auditivo puede hacer que nuestros familiares deban subir el tono para poder escucharlos. O provocar discusiones debido al elevado volumen de la televisión. Por otro lado, tendemos a aislarnos, ante la capacidad de comunicarnos con los demás. Otro problema añadido es la abstención laboral.

Problemas psicológicos

Por otro lado, existen efectos del ruido en la salud de tipo psicológico. La contaminación acústica puede provocar estrés, insomnio, irritabilidad y actitudes agresividad. También se encuentra detrás de la falta de concentración y de memoria, y de un menor rendimiento laboral.

También se pueden producir efectos sobre el organismo. La exposición a un ruido constante superior a los 45 dB incrementa las enfermedades infecciosas, por ejemplo. ¿El motivo? Impide y merma la calidad del sueño y el cansancio, a su vez, reduce las defensas.

Los ruidos superiores a los 60 dB provocan la aceleración de la respiración y el pulso, aumento de la presión arterial, gastritis o colitis, problemas neuromusculares y falta de coordinación, fatiga o dolor de cabeza, entre otros.

Y por encima de los 85 dB, los efectos del ruido en la salud van a más. Aumenta la glucosa en sangre, con la consiguiente complicación para los diabéticos. Y sube el colesterol y los triglicéridos, con el consecuente riesgo cardiovascular.

Solución complicada

Otro problema de la contaminación acústica es que es difícil de atajar. A pesar de la legislación existente, falta educación y conciencia social. Pensemos, por ejemplo, en los problemas causados por la prohibición de fumar en bares y discotecas. La gente lo hace en la calle, incrementando –y mucho- el nivel de ruido.

El ruido, además, deprecia el valor de una vivienda. Lo que complica la opción de venderla y mudarse a una zona más tranquila.

En el trabajo es preciso prevenir los efectos del ruido en la salud adoptando y extremando las medidas protectoras. Y, si es necesario, aplicando sanciones legales.

Asimismo, las administraciones deben tomar conciencia y adoptar soluciones técnicas, como instalar pantallas acústicas o modificar el tipo de calzada para disminuir el ruido de la circulación, además de realizar campañas educativas en colegios, instituciones, centros de trabajo, etc.