Respirar es una actividad vital que realizamos de manera casi automática. De hecho, es un proceso tan natural, que no nos paramos a pensar si lo hacemos correctamente. Sin embargo, aprender a respirar mejor conlleva múltiples beneficios para nuestra salud.

Este proceso se realiza en dos partes, en las que se produce un intercambio de gases. La inhalación, en la que el oxígeno entra a los pulmones, y la exhalación, que libera dióxido de carbono.

El oxígeno se distribuye a través de la sangre a las células de todo el cuerpo. Así aseguramos la obtención de energía, la actividad cerebral y el funcionamiento de los órganos, músculos, glándulas y sistema nervioso.

Malos hábitos

Aprender a respirar correctamente permite oxigenar la sangre y los tejidos del cuerpo para que trabajen de una forma más adecuada. Asimismo, mejora la resistencia física, reduce la presión sanguínea y ayuda a controlar la ansiedad o el dolor.

No obstante, existen factores que nos impiden respirar bien, como el tabaquismo, el estrés o algunas enfermedades.

Aquí no vamos a analizar las graves consecuencias del tabaco, pero sí señalar que su combustión produce monóxido de carbono. Éste se une a la hemoglobina, encargada de captar y transportar el oxígeno, desplazándolo y disminuyendo su aporte al organismo.

Por otra parte están el estrés, la angustia y tensiones (en pecho, diafragma, abdomen, espalda…) del estilo de vida actual. Éstas limitan nuestra respiración, que es rápida y poco profunda, dificultando la absorción del oxígeno que necesita el cuerpo.

En ocasiones sufrimos crisis de ansiedad, en las que respiramos de manera más intensa y frecuente. Tomamos demasiada cantidad de aire y, por tanto, más oxígeno del que gastamos, originando un estado de hiperventilación. Ésta provoca ahogos, mareos, taquicardia, cansancio,…

También modifican la respiración las costumbres como comer rápido, sentarse en mala postura, tomar demasiado alcohol o café… Los espacios contaminados, en los que el organismo toma menos cantidad de oxígeno como mecanismo de protección. Y, obviamente, enfermedades como el asma.

Respiración abdominal

Dicho esto, ¿cómo podemos aprender a respirar correctamente? El primer paso –salvo que lo impida una enfermedad- es respirar por la nariz y no por la boca. Así, el aire entrará en buenas tras ser filtrado de impurezas que pueden producir enfermedades.

El segundo, es retomar la respiración diafragmática o abdominal que tenemos cuando somos pequeños.

Con esta técnica, el diafragma desciende en la inhalación y deja más espacio para que los pulmones se llenen. En la exhalación, se relaja y vuelve a su posición original.

Se trata de una respiración más completa y adecuada, porque aumenta la capacidad pulmonar.

La respiración diafragmática aporta mayor nivel de oxígeno al cerebro y a las células. También relaja los músculos, calma tensiones y mejora la concentración y el estado de ánimo.

Para aprender a respirar con esta técnica, podemos practicar el siguiente ejercicio:

  • Nos ponemos de pie o sentados, con la espalda recta.
  • Colocamos una mano sobre el abdomen, para comprobar que se eleva al realizar la respiración.
  • Tomamos aire por la nariz.
  • En este orden, vamos llenando de aire la zona del abdomen, el estómago y el pecho.
  • Retenemos el aire unos 3 segundos.
  • Lo soltamos muy despacio, metiendo el abdomen hacia dentro.

Repitiendo este ejercicio todos los días, lograremos adoptar esta forma de respiración de manera involuntaria.