398 empresas alimentarias y de bebidas van a reducir el azúcar, las grasas saturadas y la sal en productos procesados. Antes de 2020, éstas bajarán de forma gradual un 10% de media los niveles de estas sustancias. Como figura en los convenios firmados por el Ministerio de Sanidad y las asociaciones representantes de las mismas.

Estos acuerdos para reducir el azúcar, grasas y sal afectan a más de 4.000 alimentos y bebidas de 13 grupos. Bebidas refrescantes, bollería/pastelería, cereales desayuno, cremas, derivados cárnicos, galletas, helados, néctar frutas, pan envasado, platos preparados, productos lácteos y salsas.

Obesidad infantil

Esta medida tendrá un gran impacto en la composición nutricional de los productos, lo que repercutirá en nuestra salud. Según datos del Ministerio, el 54% de los adultos y el 40% de los niños presentan sobrepeso. Y el 17% y 18%, respectivamente, son obesos.

Es más. Las dietas poco saludables provocan más enfermedades y fallecimientos que el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas.

Por otro lado, la mala alimentación y sus consecuencias afectan más a las rentas más bajas. Así que este plan de Sanidad para reducir el azúcar, grasas y sal en los alimentos también busca hacer frente a las desigualdades en salud.

Algunos ejemplos

¿En qué alimentos y bebidas en concreto se van a reducir el azúcar, grasas saturadas y sal?

El compromiso implica bajar el azúcar añadido en mayonesas (-18%), lácteos (-10%), y cruasanes, kétchup o pan envasado (-5%). No olvidemos que, según la OMS, el consumo excesivo de azúcar provoca obesidad, diabetes Tipo 2 y caries.

Las grasas saturadas incrementan los niveles de colesterol malo y el riesgo de obesidad y enfermedades cardiovasculares. Se reducirán en patatas fritas y aperitivos (-10%), platos preparados (-10%), derivados cárnicos (-5%) y galletas, bollería y pastelería (-5%).

Respecto a la sal, también está ligada a la obesidad, hipertensión y salud cardiovascular. Así que Sanidad y empresas van a bajarla en derivados cárnicos (hasta el -16%), platos preparados y tomate frito (-10%), patatas fritas (-13,8%) y cremas de verdura (-6,7%).

El problema de los procesados

Aunque esta iniciativa quiere avanzar en el fomento de una alimentación saludable, presenta varias lagunas.
La primera, que el convenio para reducir el azúcar, las grasas saturadas y la sal se refiere a alimentos procesados. O, mejor dicho, de ultraprocesados. Que, en realidad, deberían estar fuera de nuestra dieta.

Repasando la lista anterior encontramos bollerías, cereales para el desayuno derivados cárnicos (jamón cocido, chorizo, mortadela,…), patatas fritas, salsas,… Cuyo consumo deberíamos reducir, sino eliminar. Y merendar fruta, en vez de una palmera de chocolate con menos contenido en azúcar y grasas.

Es más. Se puede producir el denominado ‘efecto halo’, que experimentamos ante los productos etiquetados como light, 0% o sin azúcar. Que al incluir un elemento que consideramos saludable –menos grasas-, nos hace pensar que todo el producto lo es.

Además, al creer que son una alternativa ‘sana’ a los productos tradicionales, tomamos más cantidad. Otro problema, si se reemplaza el azúcar por edulcorantes, es que incrementan nuestro gusto por lo dulce. Y en el caso de los refrescos, pueden desplazar el consumo de agua.

Cambio de hábitos

En este sentido, lo mejor que podemos hacer por nuestra salud es reorientar nuestro consumo. Eliminar los alimentos ultraprocesados y tomar más frutas, verduras, legumbres y pescado.

También debemos evitar determinados tipos de preparación de los alimentos, como las frituras. Y los condimentos y salsas como la mayonesa, el kétchup, barbacoa, etc.

Asimismo, es fundamental modificar nuestro estilo de vida sedentario, incrementando nuestra actividad física y adquiriendo hábitos más sanos.